Las Vegas de noche.
Esto tiene mucho que ver y poco que ver. Mucho que ver porque para donde quiera que mires te sorprendes sin más remedio, pero también poco que ver porque está comprimido en unas calles muy concretas. Si te sales un poco del meollo, te ves en una ciudad más, norteamericana de zona desértica, o sea: una gran extensión de casitas de poca altura sin ningún atractivo especial. Aún siendo la ciudad de este país, que más está creciendo en estos momentos, según nos han dicho [2] .
Aquí todo se concentra en hoteles gigantescos cual inmensas moles, con toda su planta baja de casino. Este que estamos alojados, el “Flamingo Hilton”, tiene 3.500 habitaciones, y es el más antiguo de Las Vegas, el pionero, característico de la mafia por su anagrama de flamencos de color rosa, y construido por el gángster Benjamín “Bugsy” Siegel, en 1941.
Por supuesto ya quedará poco de aquel hotel, porque está muy reformado y moderno. Me impresionó de entrada el ancho pasillo donde se encuentran sus 20 ascensores, cada uno con capacidad para otras tantas personas al menos.
Pero justo en frente está el más moderno aquí, el “Caesar Palace”, con 4.000 habitaciones, es como un gran templo romano. Toda la decoración, así como todos los empleados van vestidos con túnicas romanas, y las chicas que allí trabajan, llevan hasta los peinados propios de esa época. El lago interior que tiene al fondo del casino me ha parecido fantástico, con una alucinante barca en medio, por la que se llega a través de pasarelas y donde hay una orquesta de música con pista de baile.
A parte que también hay otros hoteles muy famosos, por haber salido en películas, como ese que tiene un kilométrico vaquero articulado en una de sus esquinas. Esta zona más céntrica, donde se encuentran todos los hoteles y casinos con más solera, se llama: “Las Vegas Strip”.
Hay dos cosas que me han conquistado de esta ciudad. Una es la sensación que esto es lo más parecido a un animal, porque esta ciudad late las 24 horas del día los 365 días del año, puedes hacer lo que quieras y cuando quieras. Está muy viva y sin descanso.
Pero eso sí, y ahí va el segundo punto que me ha gustado: que me siento muy tranquila aquí. La mafia lo controla absolutamente todo y a “ella” no le conviene que haya robos ni delitos, de lo contrario nadie vendría.
Así que puedes ir abanicándote por la calle con un fajo de dólares y ten por seguro que nadie te va a robar. Si pillan a alguien robando, o por ejemplo haciendo trampas, automáticamente lo ponen en la frontera del estado. Y si se le ocurre volver a las andadas, ya no hace falta que lo lleven hasta tan lejos, que por aquí alrededor hay mucho desierto donde hacer un agujero [3].
Nosotros no hemos apostado ni un centavo, para extrañeza de Héctor, somos así de “raros”. Pero él mismo nos dijo que si apostábamos, lo único que nos aconsejaba es que lo hiciéramos en el Blackjack (una especie de 21), porque es el único juego que no lo deja todo al azar; tú intervienes en la medida que puedes.
La verdad que resultaba muy curioso ver a cualquier hora del día los casinos a reventar, ya te puedas levantar a las siete de la mañana que allí están “encalomadas” en banquetas las viejecitas metiendo moneda tras moneda en las máquinas. Para las personas que se puedan sentir solas, desde luego aquí siempre encuentras compañía.
Se percibe por todas partes la principal finalidad de esta ciudad: el ocio. Todo está preparado y enfocado al consumo, ya sea del juego como cualquier otra actividad lúdica de recreo: bares, restaurantes, tiendas de todo tipo, atracciones con los mejores cantantes y shows… [4]
Durante la noche, el ambiente cambia mucho, más que nada por la gran profusión de iluminación, con llamativos neones multicolor.
[1] Habíamos dejado el estado de California y ahora estábamos en el de Nevada, siendo Las Vegas la ciudad más grande. Llamada “Sin City” o “Ciudad del pecado” por ser legal el consumo de alcohol a cualquier hora, así como la prostitución. Nos encontramos con otro nombre de origen hispano (este en concreto dado por un español, Antonio Armijo), al igual que Los Angeles o San Francisco, cosa que a los angloparlantes les cuesta mucho pronunciar, por lo que suelen decir sus siglas. Y suena algo así como:
Las Vegas= L.V. [el vi] / Los Angeles= L.A. [el ei] / San Francisco= S.F. [es ef]
[2] Había obras por todos sitios, de nuevos hoteles como uno con una gran pirámide que estaría inspirado en el antiguo Egipto, y otro que era como el castillo fantástico de Disneylandia. Pero la gran obra que allí tenia a todos entusiasmados era el tren de alta velocidad que vendría directamente desde Los Angeles, recorriendo unos quinientos kilómetros, algo así como la distancia entre Sevilla y Madrid con nuestro AVE, a punto de inaugurarse aquí por esas fechas.
[3] Llamaron mi atención los techos por todos sitios, estaban casi tapizados por una especie de burbujas semicirculares de cristal negro. No era ningún tipo de iluminación extraña o algún sistema contra incendios, sino algo muy distinto. Ahí dentro estaban todas las cámaras de vigilancia, controlando en todo momento cualquier delito que a algún osado se le ocurriera cometer.
[4] No todo es fausto, por lo visto la gran cantidad de personal trabajando en estos hoteles y locales viven arracimados en caracolas prefabricadas a las afueras de la ciudad, ya en pleno desierto.
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